¿Es necesario destacar que nosotros, los lectores, no nacemos siendo lectores? Quizá corra por tus venas el amor y la necesidad de historias fantásticas, dramas y romances espectaculares. O puede que seas más de crímenes y misterios. Es un factor que en definitiva ayudó, sin embargo, insisto, no naces siendo lector. Para empezar, tienes que aprender a leer, ¿después? El primer libro.
Es quizá el punto más importante de la fórmula perfecta para el nacimiento del lector. Se pueden dar muchos escenarios que, guiándome por mi experiencia, los dividiré en dos tipos:
La lectura obligada y la lectura libre.
La primera es la más peligrosa, ¿quién quiere hacer algo cuando está obligado? Lo más probable es que el sujeto en cuestión termine odiando el libro, pueden suceder dos opciones mínimo: le agarra una animadversión a la literatura… o tarda más en tomar un libro por libre albedrío. Si la suerte está de su lado, el libro asignado será del agrado del sujeto y lo demás es historia.
Ahora, la lectura libre tiene un halo mágico y el primer libro, o primeros, suele tener una historia muy bonita detrás. Esos libros son la piedra angular, el corazón del lector. En mi caso, mi primer libro terminado, del que hablaré a continuación, cuenta mucho de lo que me interesaba en ese momento, lo que necesitaba en ese punto de mi vida: un respiro de la realidad, un escape a un mundo fantástico y lleno de aventuras entre amigos.
Recuerdo muy claro cómo eran los días en ese entonces. Mi vecina —dos años mayor— asistía a la misma escuela que yo y hacíamos ronda para ir a la escuela, a veces hablábamos mucho, otras veces para nada.
La aparición de este libro se dio iniciando noviembre, en un principio no le presté atención, porque los libros no me interesaban. No comprendía la magnitud del regalo que podían darme pues me había costado empezar a leer, en la escuela trastabillaba a cada rato y no me traía gratos recuerdos. Prefería que me los leyeran, como cuando era más pequeña y mamá me leía el primer libro de Narnia. A los nueve años ya nadie se sentaría conmigo antes de dormir a leerme un cuento y yo no tenía la intención de leer.
Pasaron los días y la vecina seguía llevando el libro a la escuela, siempre en su regazo. Yo había aprendido a apartar la mirada de la preciosa portada ilustrada con dos niñas pelirrojas y el verde predominando el paisaje. En uno de esos días, el tío me preguntó:
—¿Te gusta leer?
Y no sé qué respondí, pero la pregunta se me quedó bien metida en la cabeza. No, no me gustaba leer. Siempre pedía libros de Campanita y me los compraban bajo amenaza, tuve dos y nunca los terminé. Me aburría o no entendía las palabras. Al no terminarlos, no los cuento como libros que me abrieran el camino a la lectura.
—Le compré a Pame el libro…
Le pasó la palabra a Pame y ella me contó en breves palabras de qué trataba el libro. Me llamó tanto la atención que pregunté dónde lo vendían. Porrúa. Desconocía su ubicación, papá lo tenía bien ubicado.
Pedí el libro al llegar a casa ese mismo día de la escuela. Me topé con una pregunta: ¿por qué lo quieres leer? Le conté una versión más resumida de la trama del libro. Brujas, gemelas, magia y, claro, ¡dibujos!
A la mañana siguiente el libro ya estaba en la mesa del comedor. Lo empecé en noviembre y lo finalicé en enero, no sé cómo podía leer tan lento. ¿Me gustó? ¡Me encantó! Se convirtió en el primer libro que leí por gusto. Abrió mi necesidad por nuevos mundos, historias más allá de lo real. Quería más magia, quería la continuación de ese libro y tardó seis meses en llegar, todo un suplicio.
¿Cuál era el título del libro? Fairy Oak, el secreto de las gemelas.
Sin él no estaría aquí, ¿cuánto tiempo hubiese tardado en tomar un libro? ¿Qué tipo de lectora sería? ¿Qué tipo de persona sería? Porque los libros te forman, te ayuda a formar lo que te gusta, lo que esperas… muchas cosas se ven influenciadas por lo que lees, por el tipo de lector que te has convertido.